Formación Espiritual

No Te Conformes Con El Desfile

"Nuestra experiencia espiritual debe ser dinámica, no estática. Debe ser creciente, no retrograda. Debe ser permanente, no intermitente. Y debe ser real, no artificial." by Mayor Guillermo DiCaterina

El pequeño Martin estaba ansioso de que llegara el gran día. Se levantaba pensando en ello. Se iba a la escuela pensando en lo mismo. Regresaba a su casa y no podía sacarlo de su mente. Se acostaba y la idea seguía merodeando en su cabeza.

¿Cuál era la causa de tanta expectativa y ansiedad? Pues bien, Martin había recogido un volante de la calle que anunciaba que el circo llegaría a su pueblo el mes siguiente.

El folleto mostraba a todo color y con lujo de detalles los diferentes animales del circo: leones, tigres, caballos, también los ágiles malabaristas, trapecistas y los infaltables payasos que harían las delicias de grandes y pequeños.

Pero el folleto también decía que el circo no era gratis. La entrada costaría 15 pesos. Para Martin esto podía transformarse en un problema, ya que, viniendo de una familia muy pobre, 15 pesos podían usarse en cosas mucho más necesarias que una entrada al circo.

Durante las semanas siguientes, Martin se propuso reunir el dinero por sus propios medios para pagar la entrada al circo, empaqueto la compra de los clientes en el pequeño supermercado del pueblo, arreglo varios jardines de sus vecinos y centavo a centavo fue juntando hasta llegar a los 15 pesos.

Finalmente, el día había llegado. La noche anterior a la llegada del circo, ¡Martin no pudo dormir de la emoción!

A la mañana siguiente se levantó temprano y se fue corriendo a la calle principal del pueblo en donde el circo estaría realizando un desfile previo a su espectáculo.

Martin era el primero en la acera y nadie le obstruía la visión. Poco a poco fueron pasando los protagonistas, domadores, equilibristas, acróbatas en sus enormes bicicletas, individuos con ropas multicolores en sancos que los hacían lucir como gigantes, feroces animales en sus enormes jaulas y la infaltable y contagiosa música circense, animada por los graciosos payasos con sus cómicas vestimentas.

Martin no lo podía creer. ¡Estaba viendo el circo por primera vez! Su rostro resplandecía de emoción y su corazón latía en forma acelerada.

El desfile estaba llegando a su fin. Rápidamente Martin tomó los 15 pesos de su bolsillo y corrió para dárselo en la mano a uno de los miembros del circo.

Terminado el desfile Martin se apresuró a regresar a su casa. A cada persona que se cruzaba en su camino él le repetía muy emocionado, “Acabo de ver el circo. Acabo de ver el circo. ¡Acabo de ver el circo!”

“¡Pobre Martincito!” dices. “Se perdió la mejor parte.” Pero, ¿cuántas veces nosotros hacemos lo mismo? ¡Nos conformamos sólo con “el desfile” cuando el Señor tiene mucho más para aquellos que están dispuestos a recibirlo!

En Efesios 3:18-20 (RVR1995), Pablo nos dice:

…seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…

Últimamente se habla mucho acerca de la abundancia que podemos encontrar en Cristo. Tristemente en forma equivocada se enfatiza la abundancia material que Dios nos puede proveer si logramos “captar la revelación” que Dios les ha dado a ciertos líderes religiosos; ellos lo llaman “unción de prosperidad financiera”, o “desatar unción financiera sobre nuestras vidas”.

Erróneamente este tipo de evangelio nos plantea una perspectiva que no es la bíblica. Nos presenta a un dios que está al servicio del hombre para satisfacer sus deseos y no al hombre que debe estar al servicio de Dios. 

Sí, debemos entender que Dios nos ofrece abundancia espiritual y la plenitud de Su presencia. Pero tristemente muchos nos conformamos con el desfile y no nos apoderamos de todo lo que Dios quiere depositar en nuestras vidas.

¿Cuáles son algunas de las causas que nos llevan a esta condición?

Una de estas es la falta de confianza. Muchas veces no estamos seguros si Dios realmente puede trabajar en ciertas áreas en nuestro ser y, por ende, no se las entregamos; nosotros mismos las manejamos y tomamos decisiones basadas en nuestra propia experiencia y criterio.

Proclamamos Su señorío y lo llamamos Señor, pero en realidad es solamente Señor de un porciento de nuestras vidas y no de nuestro ser por completo. Lo tenemos a Dios como un Residente en nuestras vidas y no como el Presidente de las mismas.

No confiamos lo suficiente en Dios como para poner nuestra vida completa en Sus manos. Le seguimos, pero con limitaciones. Nos entregamos, pero con restricciones. Lo obedecemos, pero hasta cierto punto.

Si no nos rendimos completamente y sin reservas ante Dios, jamás experimentaremos una vida plena y abundante en Él, no porque Él no lo desee, sino porque nuestra actitud se transforma en un obstáculo para que Su plenitud nos inunde.

Otra de las causas es nuestra falta de objetivos espirituales. Si no nos trazamos metas de crecer y madurar espiritualmente, nuestras vidas están destinadas a la monotonía, al conformismo, al sedentarismo espiritual y a la mediocridad en experiencia, práctica y acción.

Nuestra experiencia espiritual debe ser dinámica, no estática. Debe ser creciente, no retrograda. Debe ser permanente, no intermitente. Y debe ser real, no artificial.

Es menester que nos tracemos metas y objetivos en nuestro camino con Dios. No podemos conformarnos sólo a haber sido librados del infierno. Dios tiene muchísimo más para nosotros, pero debe haber un anhelo, una búsqueda, un deseo de cada día ser más parecidos a nuestro Señor. No podemos seguir siendo y haciendo las mismas cosas que hacíamos 10 o 15 años atrás. Debemos ir de poder en poder, de gloria en gloria dejando atrás lo pasado y persiguiendo lo que todavía no hemos alcanzado.

No nos conformemos con el desfile. Dios tiene mucho más para nosotros. No te conformes con una vida ordinaria si estás sirviendo a un Dios extraordinario. No te límites a una vida en derrota si estás sirviendo al General que jamás perdió una batalla. ¡No te ahogues en el mar de la duda si sirves a Aquel que caminó sobre las aguas!

En Dios tenemos abundancia a través de Jesucristo—abundancia de paz cuando la hemos perdido; abundancia de luz en los momentos oscuros de la vida; abundancia de gracia cuando no nos merecemos nada; abundancia de amor cuando nos sentimos rechazados.

No te conformes con el desfile. Dios tiene mucho más para nosotros, pero esto dependerá de nuestra actitud y disposición sincera de recibir la plenitud y abundancia que Dios tiene para aquellos que le aman. Recuerda las palabras de Juan 10:10 (RVR1995): “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Dios te bendiga. 

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